Una de las cosas más pasmosas que te pasa cuando eres madre y te empiezas a fijar en cómo reaccionan otros padres a comportamientos comunes de los niños, es darte cuenta de que los hay que se cansan de que sus hijos les pregunten por qué. Luego, le echamos la culpa a los colegios, que si matan la creatividad de los niños, pero ¿qué pasa cuando un niño percibe que sus padres están cansados de intentar saber cómo funciona el mundo?
Hay niños muy originales, que preguntan unos porqués muy extraños, pero hay preguntas que se repiten siempre y es lógico. Por qué el cielo es azul. Lo tenemos todo el rato sobre la cabeza, sin posibilidad de que se nos caiga como teme el jefe de la aldea gala y es azul.
Al menos en España es muy azul. Quizás los niños ingleses se pregunten por qué el cielo es gris y sea entonces cuando sus padres decidan que ha llegado el momento de pasar un fin de semana en Torremolinos. Pero el cielo es azul y los niños del mundo se preguntan por qué. Y los adultos, claro. Y no sabemos qué contestar. Puede pasar que nos dé por las cursilerías, como en aquel anuncio de Girls Scouts que hemos usado más de una vez.
Otros podemos optar por ser realistas, dejarnos de postureo que se dice ahora, y sincerarnos: “Mirad, hijos, creo que tiene algo que ver con la longitud de onda de la luz. Pero no sé mucho más. En realidad, el cómo vemos los colores es algo que me ha parecido misterioso de siempre y me ha costado entender. Si os soy más sincera todavía, tengo algún remordimiento por no haber profundizado en El año Internacional de la luz, que fue allá en 2015. Y eso que tengo amigos físicos a mano para preguntarles mis dudas. Pero, claro, me da corte. Porque son muchas”. A ver si alguien se atreve a este test de la Fundación para el Fomento de la Ciencia y la Tecnología: ¿Sabes más de ciencia que un niño de primaria? Lo explican en Big Van Theory. Pero se trata de que nuestros hijos acaben sabiendo más que nosotros. Así que cualquier por qué que nos lancen, en mi caso, se valora en positivo, si no tengo ni idea de qué contestar, lo digo y le animo a que lo averigüe.
En el caso del cielo azul, la pregunta clásica, se le puede llevar hasta el blog de Manuel León, fundador del Instituto de Ciencias de las Matemáticas (ICMAT) y miembro de la Academia de Ciencias, desde el que hace una gran labor de la divulgación de las matemáticas. Le dedicó un post al asunto y nos dio permiso para que lo utilizáramos.
¿Por qué el cielo es azul?
Nos cuenta don Manuel que la causa es la dispersión de Rayleigh y, ejem, a ver si lo entendemos: “No es más que la dispersión de la luz visible por partículas cuyo tamaño es mucho menor que la longitud de onda de los fotones dispersados. Si el tamaño de las partículas es mayor que la longitud de onda, la luz no se separa y todas las longitudes de onda no se dispersan, así que todas contribuyen a que la luz siga siendo blanca. El grado de dispersión de Rayleigh que sufre un rayo de luz depende del tamaño de las partículas y de la longitud de onda de la luz, en concreto, del coeficiente de dispersión y por lo tanto la intensidad de la luz dispersada depende inversamente de la cuarta potencia de la longitud de onda, relación conocida como Ley de Rayleigh. La dispersión de luz por partículas mayores a un décimo de la longitud de onda se explica con la teoría de Mie, que es una explicación más general de la difusión de radiación electromagnética”.
Vamos al resumen, más asequible para salir del paso en el asiento del coche, cuando surja la pregunta: “El maravilloso color del cielo no es más que el resultado de la interacción de la luz del sol con la atmósfera terrestre. La humedad y las gotas de vapor de agua, las partículas de polvo y de ceniza, provocan esos colores maravillosos de nuestros cielos. De hecho, las partículas atmosféricas dispersan la luz violeta más que la azul, pero esta luz violeta se absorbe en la parte superior de la atmósfera y nuestros ojos son más sensibles al azul. Al anochecer y amanecer, la luz del sol atraviesa una mayor porción de atmósfera y de ahí esos colores amarillos y rojizos”.
Y Rayleigh, Premio Nobel de Física en 1904 por sus contribuciones a la teoría del Sonido, referente todavía en las escuelas de ingeniería, era matemático. Y estudió en el Trinity College, el mismo que hemos podido ver en la película sobre Hardy y Ramanujan.
Así que, ya ven, un por qué el cielo es azul y se puede acabar hablando de todo. De partículas, de la atmósfera y, sí, del ambiente que reina en el Trinity College. Y, claro, de las matemáticas. Los por qués son maravillosos. No los minusvaloréis.
Para seguir aprendiendo:
- Smartick es noticia en los medios, a propósito del Día Pi
- Smartick en Onda Cero
- Problemas de medición
- Entrevista a Smartick en Onda Cero León
- Aspiraciones de Higgs y bosones