Estamos en plenas pruebas de Selectividad y toca pensar en qué carrera elegir después. Lo más normal es que nuestros hijos no sepan qué quieren ser de mayores, salvo un porcentaje de vocacionales, de niños que se obsesionaron con algo de pequeños y han mantenido la afición a los animales, a las piedras, a la arquitectura de piezas de lego, a escribir o a dibujar, a diseñar coches, a enseñar a los demás, a curar enfermos. Está muy bien cuando se encuentra una vocación temprana pero lo normal es que no ocurra. Y, sin tener las ideas muy claras, pensar que se puede estudiar un grado con el que encontrar trabajo es una manera de razonar muy legítima, pese a que los románticos aconsejan no estudiar movido sólo por las salidas laborales. Desde hace años, nos encontramos que, de nuevo, los grados con los que mejor se colocan los universitarios tienen un componente matemático fuerte en su mayoría, como se puede ver en esta tabla de El Español.
Que un niño acabe por odiar las matemáticas, que las encuentre aburridas, que sienta que pierde el tiempo en clase, que esté perdido con los números, tiene una consecuencia clara: no podrá acceder a esos grados con los que ahora se encuentran más y mejores trabajos. A pesar de eso, en Málaga se están cerrando líneas de bachillerato tecnológicos por la falta de demanda y no será la única provincia donde ocurre. “Que se saque el Bachillerato más fácil y que acabe”, nos contaban hace poco en un colegio que dicen las familias a los niños que tienen que elegir.
Nos seguimos encontrando entonces con la paradoja que nos animó a fundar Smartick: la asignatura que más fracaso escolar ocasiona es el pasaporte a las profesiones donde hay menos paro. Pero por supuesto que no queremos limitar todo al utilitarismo de las matemáticas: es que creemos que unos conocimientos básicos muy bien asentados les viene bien a todos.
Estos días, miles de alumnos se enfrentan a la Selectividad. Horas de un examen que les puede marcar el futuro aunque se puede estudiar muchos grados que no exigen notas altas. Pero el dilema será mayor cuando tengan que elegir entre lo que más le puede apetecer y lo que más salidas puede tener. De todas maneras, para poder tener ese dilema lo que parece cada vez más claro es que hay que tener cierta soltura en matemáticas. Como no la tengas, directamente se han cerrado muchas puertas. No habrá posibilidad de elegir.
Nosotros nacimos para evitar eso. Conviene empezar pronto para que los niños se sientan seguros antes de abordar el álgebra, antes de que las matemáticas se conviertan en una asignatura que provoque ansiedad, como ocurre en no pocos casos.
Con el paso de los años, además, nos hemos dado cuenta hablando con los padres de algo maravilloso: nacimos para mejorar en matemáticas pero el método obliga a hacerlo casi a diario, por lo que también potenciamos en los niños buenos hábitos, autocontrol, manejo de la frustración cuando se falla, capacidad de esfuerzo y de resistirse a un entorno que, en ocasiones, no empuja a dedicarle diariamente un poco de tiempo a matemáticas extra. O sea, que nos encontramos que, además, ayudamos a los padres a educar el carácter, algo que no viene en ningún título pero que es deseable, como bien supieron describir ya los griegos. Somos nuevos y nos aprovechamos de la tecnología para potenciar las matemáticas y el carácter y así conquistar el futuro.
Suerte en la Selectividad a los que estén ahora en ello. Esperemos que cuando los primeros niños Smartick se vean allí, las matemáticas sean una ventaja para ellos.
Para seguir aprendiendo:
- Las matemáticas, vacuna contra el paro
- La niña a la que Smartick le hizo poder elegir Matemáticas
- Las salidas de la carrera de matemáticas
- Conociendo las escalas de temperatura: ¿Grados Celsius o Fahrenheit?
- ¿Influyen los padres en la opinión sobre las matematicas de sus hijos?