El profesor de matemáticas de mi hijo no me cae ni bien ni mal, simplemente me parece muy eficaz. Es educado y le da las buenas tardes a mis hijos. Es exigente, pero no se pasa, va perfectamente acompasado a los logros de los niños. Sabe al detalle qué es lo que le cuesta más a Luis y puede decir el tiempo exacto que le costó a Pablo consolidar bien las fracciones. Está todos los días en casa. Puntualmente. Cuando se le necesita, a la hora que mejor viene, le da igual que un martes la clase se retrase un poco por el médico del niño o que el viernes se adelante para poder ir luego a un cumpleaños. No nos tenemos que adaptar a sus horarios, directamente es él el que se adapta a los nuestros. Todos los días. No tengo ni que hablar con él, puedo estar en el trabajo y me llega un correo con los resultados de la clase. Esa misma tarde, sé en qué han fallado, qué se le ha dado mejor, cómo va evolucionando en las últimas sesiones, por qué parte del temario va.
Los niños me cuentan que el profe no es muy expresivo, ni les regaña, ni se frustra, ni habla de más del partido de fútbol del día anterior. Además, los niños no protestan. Este profesor les saluda al inicio de la sesión y luego se limita a decir en cada ejercicio si la resolución ha sido correcta o incorrecta. A mis hijos eso les motiva. No tienen que esperar a hacer ellos solo los deberes y que, al día siguiente, se lo corrijan. En estas clases particulares, el profesor se las apaña para en una décima de segundo decirle al alumno que está bien o mal lo que acaba de hacer. Y esa inmediatez, está comprobado, va cimentando de una manera muy sólida las matemáticas del alumno. Cuando mis hijos han hecho un buen trabajo, este profesor les recompensa. Sin chuches, claro. Les da estrellas, ticks y diplomas que le permitirán una vez a la semana pasar un buen rato en el ordenador, en su mundo virtual, siempre relacionado con la divulgación de las mates.
¿A que es difícil imaginarse clases particulares así sin pensar que pueda costar una fortuna? Pues existimos y nos llamamos Smartick. No llamamos al telefonillo de casa, nos buscas en internet y aparecemos todos los días a la hora que nos digas. Nos adaptamos a cada niño conforme vemos que va avanzando. Lo hacemos solos, el niño y nosotros, los padres se limitan a recibir en su buzón de correo el informe con los resultados de la sesión. Pero, por si eso te preocupa, somos humanos. Al otro lado del teléfono, que casi nunca se necesita, hay un equipo muy preparado listo para resolver cualquier duda. Pruébelo. No conocemos unas clases particulares de matemáticas mejores que éstas.
Para seguir aprendiendo:
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- Los esclavos del conocimiento
- Inglés, deportes, música, dibujo, libros ¿Y mates no?
- “Con Smartick, Gael entiende cosas que en el cole no entendía”
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Muy interesante. A mí lo que me interesa averiguar es cuál es el precio medio de una clase particular, así en general. Porque he estado mirando en alguna página de anuncios clasificados tipo megavendo.es y hay de todos los rangos, con lo cual me cuesta imaginar qué es lo apropiado…