Los métodos milagro, en Smartick, preferimos dejarlos para esas dietas que aseguran que se pueden usted quitar esos kilos de más de las navidades sin esfuerzo y con alcachofas. En este equipo no pretendemos que los padres crean que, con una sesión, los niños mejoran o de repente se enamorarán de las matemáticas hasta el punto de que lleguen contentísimos del colegio y pidan hacer Smartick. Los habrá que sí, claro. Pero también los hay que, sobre todo en el primer mes, necesitan que les recordemos que tienen que hacerlo. Lo fundamental, lo que nos diferencia de otros métodos, es que lo hacen solos y los ejercicios se corrigen solos de manera inmediata. Sin nosotros. Pero sí tenemos un papel, aunque sea sólo de recordatorio. Tenemos que dar ese pequeño empujón. Luego, ya sólo tenemos que ver cómo han hecho la sesión con el informe que nos llega a nuestro correo. Nada de llevarlos a un local, de corregir ejercicios, de estar pendientes de cuadernos.
Yo tengo ejemplos en la familia. Pablo, el mayor, 11 años, lleva dos años haciendo Smartick y me pide que le levante media hora antes de lo que le haría falta para irse al colegio con su sesión realizada. Le pasa lo mismo a su amigo Juan, con el que empezó a hacerlo. Luis, sin embargo, es distinto. Tiene siete años, le encanta, pero hay que decírselo. No llega del cole y se sienta él solo a hacerlo. Hay días que sí y, otros, en los que hay que preguntar “Luis, ¿has hecho Smartick?”. Entonces, se sienta, se lo pasa bien y se queda encantado con sus tics, sus compras y sus avatares. Marcos, el hermano de Juan, un año mayor que Luis, se sienta solo todas las mañanas y se enfada con el ordenador si falla y le habla solo. Son dos hermanos que lo han metido en la rutina. A Berta, 4 años, se lo decimos todos los días. Y lo hace. Le gusta, aunque, alguna vez, para un poco a la mitad de la sesión. Pero está muy orgullosa de sus diplomas.
Smartick es un método de enseñanza, no es un juego. Luego, de hecho, si lo han hecho, pueden acceder a un mundo virtual donde sí que tenemos juegos, además del club social donde están sus amigos. Allí estará la tienda donde se pueden comprar complementos con sus tics ganados. O seguir ahorrando. Porque hay niñas, como Sole, que no se quiere gastar los tics que acumulan, mientras Berta está deseando poder comprarse algo.
Así que queda claro que lo último que queremos es crear falsas expectativas. Algunos niños se sentarán solos a hacerlos. Algunos tardarán poco tiempo en introducirlo en sus rutinas y a otros habrá que recordárselo a menudo. Todo nuestro afán, de todas maneras, es que Smartick sea un reto que ilusione a los niños, que haga que les encanten las matemáticas, que se familiaricen con ese lenguaje universal desde pequeños. Pero milagros no hacemos. Lo sentimos por aquellos que pensaban que todo era cuestión de apuntar a su hija de seis años y que ella sola se responsabilizara. Lo hacen solos, pero con un empujón. ¿Qué pasa en su casa?
Para seguir aprendiendo:
- Luis: 482 días seguidos haciendo Smartick…y no es el que más lleva
- Padres Smartick que se ocupan de las matemáticas de sus hijos
- «Smartick es el método con más inteligencia detrás»
- Mejor que las clases particulares
- «Me gusta la lógica y razonar los problemas»