A ver, editores con ganas de nuevas ideas: ¿Qué tal pedir los derechos de autor de los discursos de graduación en algunas universidades e institutos de EEUU? Ya hay verdaderos clásicos. Y cada vez es más difícil distinguirse. Está el de Steve Jobs en Stanford, claro. El de unir los puntos, donde cuenta cómo decidió dejar la universidad, ir a clase de caligrafía y cómo le sirvió para el primer Mac.
Luego está el de Michael Lewis en Yale. La galleta de la fortuna. Hay que tener en cuenta que estos discursos, todos, se dirigen a los “pocos afortunados”. No, ni los estudiantes de Stanford, ni los de Yale, son la media. Pero el mensaje sirve precisamente por eso. Lewis les habla de un experimento llevado a cabo en California en el que los investigadores hacían grupos de tres y asignaban arbitrariamente a un líder. Después de media hora, llegaba un plato con cuatro galletas. Invariablemente, el líder, designado así solo un rato antes, daba por hecho que la galleta extra le tocaba a él. Acaba Lewis diciendo que, con mérito o sin él, comparado con el resto del mundo, con las niñas secuestradas en Nigeria, con los huérfanos del tsunami, con los niños de Sudán del Sur o del barrio más marginal de nuestra ciudad, nuestros hijos suelen ser los más afortunados y conviene que lo sepan. Al menos, que intenten disimular que no se merecen esa galleta extra. Que sean conscientes siempre de lo que les hemos dado.
Y la que hizo furor hace un par de años fue la de David McCullough Jr., un profesor de literatura inglesa en el Instituto de Wellesley, una ciudad del extrarradio de Boston con campos de golf, magníficos colegios y astronautas y banqueros en el vecindario.
Y este profesor, hijo a su vez de un historiador premio Pulitzer, en su discurso dijo lo obvio: Si todo el mundo es especial, entonces nadie lo es en este planeta que va solo por el inmenso universo. Y, desde ahí, el profesor empieza a reflexionar sobre una vida vista siempre como una carrera hacia algo, en vez de disfrutar por el camino. Les dice que sólo espera que en ese colegio les hayan transmitido que el objetivo de la educación es el placer de aprender, nada que ver con conseguir cosas materiales, que la sabiduría es ingrediente para la felicidad. “Resistid los consuelos fáciles de la complacencia, el brillo frívolo del materialismo, la parálisis narcótica de la autosatisfacción”, prosigue. “Sueña a lo grande, trabaja duro, piensa por ti mismo. Ama todo lo que te encanta, a todos los que quieres, con toda tu fuerza y con un sentimiento de urgencia”.
Suena un poco hippy, ¿no? Pero no, porque habla del esfuerzo, de que la vida hay que disfrutarla intentando cosas grandes. Vivirla con mucha curiosidad. Como Jobs, como Lewis.
“Escala la montaña no para poner tu bandera, si no para estar a la altura del reto, disfruta del aire y quédate con la vista. Súbela para poder ver desde allí el mundo, no para que el mundo te vea”. Que los niños disfruten aprendiendo, no porque necesiten notas que les lleven a una universidad u otra o ninguna. Que intenten poder hacer lo que de verdad les guste, ya sea el cuidado de un macizo en el jardín o el diseño de un cultivo hidropónico. Ya sea lijando un mueble o imprimiendo en 3D un prototipo.
Y, no, aquí en Smartick no queremos que nuestros alumnos sean los mejores, que todos tengan que ser ingenieros o brokers en la City. Queremos que sean felices y pensamos que ahora mismo las matemáticas y los idiomas son las mejores herramientas para subir esa montaña y ver desde allí mejor el mundo. Las matemáticas son un lenguaje universal que les servirá para todo. Sin dejar de disfrutar porque, si nos ponemos a buscar discursos, aunque ahora nos dé un poco de apuro, los padres nacidos en los 70 tenemos nuestra referencia vital, ¿no?
Capitán, mi capitán. El mundo desde arriba. Con curiosidad. Encontrar su propia voz.
Para seguir aprendiendo:
- Descubrir el mal de la escuela con Daniel Pennac
- “Con Smartick no tengo necesidad de profesor particular”
- Nuestro programa electoral: mejorar las matemáticas
- «Dominar las matemáticas no sirve solo para aprobar la asignatura»
- “No lo siento como una obligación, sino como algo que es divertido”
Puedo utilizar este método con mis alumnos,qué debo hacer?
Hola Katy! Te contactaremos por email mañana por la mañana.
Un saludo y muchas gracias!