Ahí están, con sus bolis y rotus, poniendo x en los juguetes que quieren de ese catálogo que, oh, ¿cómo ha llegado hasta esa mesa? Pero siempre llega. No se sabe cómo, pero aparece, a la vez que el calendario de adviento que, en mi caso, ya está con todas las ventanitas abiertas y las chocolatinas deglutidas antes de tiempo, porque, en fin, cualquiera se las quitaba al niño que se lo agenció el otro día mientras los padres arreglábamos el país, lo destrozábamos o nos quejábamos. O las tres cosas. Debatíamos y, mientras, los niños “el chocolatillo se lo están comiendo”, justo antes de jugar al… cuarto oscuro. Gratis. O no tanto, porque luego vienen los gritos de Teniente O’Neill a la orden de… ¡Orden aquí, de inmediato, ahora!
Ya están listos para la carta. La pequeña se ha ido directa a todo lo rosa. Ha vuelto a pasar. En fin. Es lo que tienen esos catálogos. De nuevo algún complemento de Pin y Pon, alguna que otra Nancy y Dora la Exploradora rodeada de malvas y morados. Como esa que hay en su cuarto todavía y que, de vez en cuando, sin saber por qué, musita: “Ohh, I’m tired”.
Y el mediano lo ha vuelto a hacer. Lo del parking. ¿Cuántos aparcamientos en superficie han entrado en esta casa debajo de un árbol de Navidad? También ha pedido el FIFA, claro. Yo miro al mediano y luego miro este anuncio de Ikea. La Otra Carta. A los Reyes y a los padres. Todo muy emotivo, claro.
Pero vuelvo a mirar al mediano y sé que él me pediría el FIFA 15. Además del parking. Y de otro balón de fútbol. Pero no se ha explayado, la verdad. Puede que quiera algún Lego. Ya han aprendido, más o menos, a cuidar esas piezas.
Y el mayor. Bueno. Sigue con sus Mortadelo y Filemón, sus guerras mundiales y sus batallas de estrategia en el ordenador. Pero parece como que tiene que pedir algo. Cosas. Porque tenemos cierto gusto por la escena estética de los regalos, con sus etiquetas, sus papeles bonitos, sus lazos brillantes. Es comprensible. Pero luego todo hay que guardarlo. Ordenarlo y… usarlo. Aunque tampoco hace falta que el exceso de racionalidad nos lleve a envolver un paquete nuevo de calzoncillos y calcetines.
Pero sí podríamos intentar ser un poco, sólo un poco, más racionales. ¿Qué tal si le sugerimos a esos abuelos y tíos solteros que les regalen Smartick? Sí, claro, mates. Bueno, sí, pero mates muy chulas, que les harán ganar confianza con los números. Mates donde tendrán un mundo virtual en el que colocar todos los juguetes que ellos se vayan ganando con el sudor de sus ticks de “correcto”. Si la casa se queda pequeña, ya estamos nosotros, el equipo, para sopesar la posibilidad de ampliarla.
Es cierto que no tenemos un tarjetón, un papel precioso, en el que poder comunicar que han sido obsequiados con Smartick. Los Reyes tendrán que echarle imaginación. Quizás una caja con números, un cuatro en raya, un ajedrez y, dentro, un papel en el que se le explique se harán los reyes de los números. Eso, además de imaginación, requiere un poco de explicación.
Seguro que los abuelos y los tíos con ganas de ayudar y de agradar se quedan felices. Así, además, los niños se acordarán de los Reyes de los abuelos y de los tíos todos los días. Además, sabrán lo que es ir a contracorriente. Eso cuesta y está bien. Cuando les pregunten en el cole, a la vuelta de vacaciones, qué han traído los Reyes puede que no cuenten entusiasmados qué es Smartick. Pero, en pocos meses, sí contarán a los demás por qué han mejorado tanto con los números. Por aquel regalo que no sabían explicar muy bien qué era en Navidad.
Además, así a las niñas les quitamos problemas como los que tiene Riley en este vídeo, donde se enfada de que parezca que a todas les tienen que gustar las princesas y los superhéroes son solo de niños:
Mates unisex. Aunque mi hija pequeña esté muy mona vestida de Mamá Noel en su avatar. Y el segundo con su gorra y su camiseta del Atlético de Madrid. En el mundo virtual. Donde todo ocupa menos y no hace falta pegar un grito para que no aparezca una pieza de lego, de repente, en el frutero. Que no está mal, ¿eh? Que hay juegos y juegos. Pero, para las dudas del “Ya no sé qué más”… pues Smartick. Salen los números. Su futuro. Lógica, números, comprensión lectora. Niños con argumentos. Ciudadanos con capacidad crítica.
Para seguir aprendiendo:
- Los Reyes Magos pueden regalar mates
- “Tenía la autoestima por los suelos y con Smartick está seguro de sí mismo”
- Solos, pero con un empujón
- «A Patricia, Smartick le ha hecho más responsable»
- Winnie Cooper, Aquellos Maravillosos años y las mates que molan