Antes ya había fanáticos de las series, ¿eh? Estamos de acuerdo en que la oferta de series es ahora mucho más variadita y mejor que cuando éramos pequeños, pero todo tiene sus ventajas y nuestros hijos no conocerán ese sentimiento colectivo nacional de llorar la muerte de Chanquete, de enamorarse de Apollo y de Starbuck, de ponerse nerviosos con el gritito aquel de Michael en El coche fantástico, de la hora de la siesta con las maldades de Angela Channing en Falcon Crest… o de tararear la versión de Joe Cocker de With a little help from my Friends como apertura de cada capítulo.
Yo no fui mucho de esta serie. No sé por qué. En qué andaríamos en casa. La recuerdo en La 2. Y sí que molaba la música del principio. Pero poco más. Bueno, ahora que veo las fechas, a los que rondamos la cosecha del 72 nos pilló quizás un poco mayores. Kevin tiene 13 años y puede que a alguien de 16 le pareciera un niño. Porque la adolescencia va de creerte mayor a veces y otras de sentirte pequeño, claro.
Visto en retrospectiva, era como una especie de Cuéntame. Kevin vive a finales de los 60 y va contando una voz en off de cuando ya ha crecido cómo fueron Aquellos Maravillosos Años. Está enamorado de Winnie Cooper, su vecina, y ahora averiguo gracias a las redes sociales que también era el amor televisivo de muchos amigos virtuales. La niña del flequillo. El primer beso de los dos es un hito de la serie.
¿Qué tiene que ver todo esto con un blog sobre las matemáticas? Pues resulta que Winnie Cooper, que en la serie se va a estudiar Historia del Arte al extranjero, en realidad es Danica MacKellar, y es matemática. Se graduó en UCLA y ha escrito un libro que se llama “Math Doesn’t Suck: How to Survive Middle-School Math Without Losing Your Mind or Breaking a Nail” o más o menos, “Las matemáticas no son un rollo: Cómo sobrevivir a las mates de secundaria sin que se te vaya la olla o te rompas una uña”. Pero tiene más y con títulos parecidos: Bésame mis mates: enseñándole a pre Algebra quién es el jefe, Chicas con curvas, la geometría toma forma.
El caso es que aquella niña que tonteaba con Kevin, ahora pretende que a las adolescentes les molen las matemáticas y está empeñada en quitarle la fama de asignatura difícil y rollo. Su web se llama Math doesn’t suck –Las mates no apestan– y en ella incluye un test para saber si las chicas se hacen las tontas porque creen que así ligan más, por ejemplo.
No estaría mal que cundiera el ejemplo. No conviene subestimar el poder de divulgación de una actriz conocida que cuente cómo pueden molar las mates, los chicos que le gustan las mates, los trabajos para los que se necesitan mates. Pero también los chicos, ¿eh? Que se den cuenta de cómo pasa el tiempo de rápido intentando resolver algún problema con los amigos, en un mantel de papel, en una comida de clase. Yo no estaba en esa mesa, siento decir. También me perdí Aquellos Maravillosos Años. Y de ellos tengo el recuerdo de la pena que me daba haber perdido el paso matemático en algún momento de mi vida, seguro que en primaria. Si hubiera tenido Smartick…
Para seguir aprendiendo:
- Barras de Singapur aplicadas a la resolución de problemas
- En Smartick las niñas son igual de buenas en matemáticas que los niños
- Barras de Singapur aplicadas a las fracciones
- «Los niños que hacen Smartick son conscientes de la importancia de las matemáticas»
- De un refuerzo de verano a un niño enamorado de las matemáticas