Todos tenemos una idea de qué es la memoria. De hecho, mostramos seguridad cuando afirmamos que alguien tiene una buena o una mala memoria, como si nos refiriéramos a una especie de “don” que o se tiene o no se tiene.
Desde el punto de vista científico, consideramos que la memoria es un proceso mental que nos permite formar las estructuras de nuestro conocimiento y recuperar posteriormente este conocimiento.
La manera en la que funciona es adaptativa, es decir, forma los recuerdos nuevos o los recupera ajustándose a las condiciones del medio que nos rodea. Por tanto, desde este punto de vista, la memoria en personas sanas no es ni buena ni mala, simplemente funciona adaptándose a lo que la situación nos requiere.
Muchos fallos a la hora de recordar se derivan de esa manera de adaptarse que tiene. Por ejemplo, si un niño está viendo la tele mientras se estudia los ríos de España, es totalmente lógico que no se acuerde cinco minutos después dónde pasa el Tajo. Mientras lee los ríos, su atención está dividida y la memoria está ocupada manteniendo el hilo de información que aparece en la tele. Por mucho que lea el libro de geografía no quedan recursos suficientes para codificar correctamente la información en la memoria a largo plazo, de manera que luego no se va a acordar de los ríos. Este es un ejemplo de olvido por una mala codificación. No se ha prestado suficiente atención para almacenar el recuerdo de manera correcta. En esta situación, el niño no tiene una mala memoria, sino ganas de ver la tele y su memoria se adapta a eso.
Desde el punto de vista funcional, la memoria se puede clasificar en diferentes tipos:
- Memoria de trabajo: Es una función que nos permite almacenar una cantidad de información limitada pero, en contrapartida, nos permite tenerla muy disponible y con la posibilidad de trabajar con ella.
Por ejemplo, cuando estamos haciendo una operación matemática retiene los números que nos vamos llevando y los transforma a medida que tenemos que actualizarlos. No podemos guardar muchos números de esa manera pero mientras los tengamos en la memoria de trabajo van a estar accesibles y nos van a permitir poder seguir con las operaciones.
- Memoria a largo plazo: en cambio, tiene una capacidad ilimitada pero la información no está accesible permanentemente.
En la memoria a largo plazo guardaríamos el recuerdo de las vacaciones del verano pasado o la lista de frutas que conocemos. Podríamos guardar muchos recuerdos, infinitos siempre que los codifiquemos bien. Para poder recuperarlos necesitaríamos una clave o una pista adecuada, como las fotos de las vacaciones para recordar un episodio concreto o bien la palabra “frutas” para enumerar todas las que conocemos.
Siguiendo con los niños, todos los padres quieren que sus hijos tengan una buena memoria. No les falta razón al pensar que si dominan bien su funcionamiento van a tener ventajas para procesar la información y recuperarla, tanto en la vida cotidiana como en el ámbito escolar.
Como iremos viendo, el entrenamiento de las funciones abarcará diferentes ámbitos. Por seguir con la división que hacíamos anteriormente, aunque dependiendo de la clasificación puede haber más tipos, habrá tareas que potencien la memoria de trabajo y otras que ayuden a mejorar la memoria a largo plazo. El dominio de todas estas funciones hará que el funcionamiento cognitivo mejore y que los niños sean capaces de mantener la información y recuperarla de manera adaptativa y satisfactoria.
Para seguir aprendiendo:
- El principio de dificultad deseable y la memoria a largo plazo
- Las habilidades cognitivas a lo largo de la edad adulta
- Teoría de la carga cognitiva
- Explorando el entrenamiento cognitivo con juegos de memoria
- Rol de la memoria de trabajo en el aprendizaje de las matemáticas
Muy interesante y muy bien explicado, muchas gracias
Me ha gustado mucho, muy interesante.