En esta entrada presentamos unas observaciones iniciales sobre la idea de relato. Aunque ésta se presta a ser analizada desde múltiples perspectivas, nos centramos en la fuerza de los relatos para condicionar nuestra percepción de la realidad, particularmente desde la política. Estamos acostumbrados a que se mienta, sabiendo que se miente, y que esto suceda prácticamente sin ningún coste; a que cada cual cuente su historia o realice sus declaraciones con el único objetivo de que, al final, se imponga una determinada forma de ver las cosas. Pero no es una situación exenta de riesgos.
Relatos
Es habitual escuchar en los medios de comunicación expresiones como “disputar el relato”, “ganar el relato”, “guerra de relatos” y otras similares, sobre todo cuando se trata de análisis políticos. La palabra “relato” ha hecho fortuna. El fenómeno, sin embargo, no es nuevo. Debemos remontarnos a mediados de los años noventa del siglo XX. Es entonces cuando los gurús del marketing estadounidense comienzan a reconocer que el mayor desafío de las empresas no pasaba ya por crear marca, sino por fabricar relatos.
El objetivo era el mismo: apropiarse del deseo de los consumidores; la estrategia, sin embargo, diferente: el llamado storytelling o “arte de contar historias”. Este “giro narrativo”, según la expresión utilizada en las ciencias sociales, pronto se extendió por ámbitos como la gestión empresarial o la comunicación política, que pasaron a comprenderse y funcionar bajo nuevos presupuestos.
En lo que concierne a la política, esta situación acentuó la importancia de una relación que, actualmente, no puede pasar desapercibida: la que existe entre democracia y conocimiento (Broncano: 2020). ¿Se puede salvar la democracia si no se distribuye bien el conocimiento? ¿Cómo afecta la comunicación política, cuando su objetivo no es sino imponer un relato de la realidad con independencia de su calidad o evidencia, a los recursos que la ciudadanía necesita para abordar sus propios problemas? ¿Hasta qué punto los relatos políticos escamotean la realidad y producen percepciones erróneas de la misma?
¿Democracias en riesgo?
Durante los primeros años del siglo XXI, muchas reflexiones vienen a coincidir en que esta especie de “narrarquía” no era un mero accidente sin consecuencias; más bien al contrario. Convertidos en la principal forma de intercambio comunicativo político, los relatos se asocian a una circunstancia sumamente peligrosa para la conservación de las democracias: la imposibilidad del debate de ideas y, por tanto, de la conformación de una opinión pública fuerte.
Así se expresaba en aquellos años, por ejemplo, Christian Salmon: «Los criterios de una buena comunicación política obedecen cada vez más a una retórica performativa (los discursos fabrican hechos o situaciones) que ya no tiene por objeto transmitir informaciones ni aclarar decisiones, sino actuar sobre las emociones y los estados de ánimo de los electores, considerados cada vez más el público de un espectáculo. […] La capacidad para estructurar una visión política no con argumentos racionales, sino contando historias, se ha convertido en la clave de la conquista del poder y de su ejercicio en unas sociedades hipermediatizadas, recorridas por unos flujos continuos de rumores, de falsas noticias, de manipulaciones” (Salmon: 2001).
Aún no habían llegado los años duros de las plataformas digitales como Facebook, YouTube o Twitter. De hecho, la explosión de la web 2.0 y las redes sociales precipita un escenario distinto y mucho más complejo, agravando la situación en múltiples sentidos. Por ejemplo, mediante la formación de las denominadas «cámaras de eco«, un fenómeno que explica el modo en el que actualmente se materializan problemas como la polarización social y el consumo selectivo de información (Sunstein: 2017). Es en este contexto, además, en el que entra en circulación la palabra «posverdad».
Opresión epistémica
Recientemente incluso se ha dudado de que el storytelling sea una categoría adecuada para dar cuenta de lo que ocurre en la actualidad. Según afirma el propio Salmon, la producción de relatos ha dado paso a la producción de ruido. “La lógica del enfrentamiento en el plano de la política ha devastado la narración de la política. […] Se trata de crear el impulso inicial que desatará una reacción en cadena, de poner en movimiento una acumulación de likes o de RT capaz de absorber la atención de centenares de miles de internautas al instante” (Salmon: 2019). Sin embargo, tal vez esta no sea sino otra forma de imponer cierta interpretación de las cosas. Detrás del ruido sigue habiendo intereses.
Simplificaciones de la realidad, declaraciones falsas, informaciones sesgadas, transgresiones de unos cuantos caracteres; discursos elaborados con el único objetivo de desacreditar a los adversarios políticos y generar división, odio, pánico moral o teorías conspirativas. En el fondo, consolidar una determinada posición frente a otras. Pero el punto determinante es que la comunicación, de este modo, en lugar de producir y distribuir conocimiento, produce y distribuye ignorancia. Y no se trata de la ignorancia que entendemos como no saber, sino de otra más dañina: la que tiene que ver con no saber que no se sabe. Como recuerda Broncano, fue Donald Rumsfeld quien sugirió no pasar por alto lo que ignoramos que ignoramos («unknown unknowns«).
«Las sociedades complejas en las que vivimos son productoras de unknow unknowns, de incógnitas desconocidas. Estas lagunas de conocimiento tienen funciones sistémicas: ayudan a reproducir la sociedad existente y sus formas de dominio» (Broncano: 2019). De ser así las cosas, cabe preguntarse si no se está privando injustificadamente a la ciudadanía de los recursos que debería tener para observarse y corregirse de manera apropiada, y por tanto, deteriorando las capacidades de los individuos para ejercer su libertad con inteligencia y responsabilidad. Tal vez se pueda hablar aquí, de acuerdo con Kristie Dotson, de «opresión epistémica» (2014). En todo caso, está por ver si la democracia puede soportar esta producción, sistemática y estructural, de ignorancia de la ignorancia.
En Smartick Thinking nos hemos propuesto introducir estas cuestiones en la formación de los más pequeños, proporcionándoles herramientas de pensamiento crítico orientadas al tratamiento y la evaluación de la información, a la identificación de las falacias o las trampas argumentales, así como a la construcción de criterios adecuados de interpretación de la comunicación humana.
Referencias
Broncano, F. (2019). Puntos ciegos. Lengua de Trapo: Madrid.
Broncano, F. (2020). Conocimiento expropiado. Akal: Madrid.
Dotson, K. (2014). «Conceptualizing Epistemic Oppression»; en Social Epistemology: A Journal of Knowledge, Culture and Policy, 28:2, 115-138.
Salmon, C. (2016). Storytelling. La máquina de fabricar relatos y formatear las mentes. Península: Barcelona, [1ª ed. 2001].
Salmon, C. (2019). La era del enfrentamiento. Del storytelling a la ausencia de relato. Península: Barcelona.
Sunstein, C. (2017). #Republic: divided democracy in the age of social media. Princeton: Princeton University Press.
Para seguir aprendiendo:
- ¿Qué son los sesgos cognitivos?
- El lenguaje y sus múltiples funcionalidades
- Informe PISA ¿Qué hacer para mejorar los resultados en matemáticas?
- Smartick: 100 días después de ser finalista del DíaMK
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