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03Ene

¿Qué son los sesgos cognitivos?

En este post nos ocupamos de los sesgos cognitivos. A pesar de los métodos, normas y reglas que hemos diseñado para ganar en rigor y racionalidad, nuestro cerebro no es perfecto. Tendemos a cometer errores de manera natural al pensar, formular juicios o recordar eventos pasados. Pues bien, detrás de estas formas “erróneas” o “distorsionadas” de procesar la información suelen encontrarse los sesgos cognitivos. ¿Podemos evitarlos? ¿Cómo enseñar a hacerlo? ¿Qué relación tienen con el pensamiento crítico?

No somos tan racionales como creemos

La historia de nuestro cerebro es la historia de la evolución humana, y los sesgos cognitivos son productos de dicha evolución. Básicamente, se trata de tendencias o inclinaciones que determinan nuestras reacciones o comportamientos en según qué circunstancias. Forman parte de nuestra naturaleza, como la dicotomía Nosotros-Ellos, que se observa ya en la tendencia de los niños de tres o cuatro años a tener opiniones más negativas sobre quienes que clasifican como «Ellos» que sobre quienes incluyen en su idea de «Nosotros» (Sapolsky: 2017). Por ello, no se deben confundir con los prejuicios.

Al margen de que los sesgos cognitivos fueran en el pasado estrategias evolutivas avanzadas, interesa saber cómo afectan a la posibilidad de que adoptemos creencias o comportamientos de calidad, sobre todo si se trata de ofrecer una formación rigurosa en el ámbito del pensamiento crítico. Existe un amplio consenso en torno a la idea de que los seres humanos, debido a estos sesgos cognitivos, no somos tan racionales como creemos ser (Rödiger: 1996). Pero también acerca de que no existe receta mágica con la que eliminarlos.

Algunos autores, además, han defendido que los sesgos cognitivos nos disponen a ser manipulados de múltiples formas. Así, por ejemplo, Lee McIntyre al analizar el fenómeno de la posverdad, o Fernando Broncano en sus investigaciones acerca de la producción social de ignorancia. Según éste, los sesgos cognitivos “generan una fragilidad estructural que ha sido aprovechada por el sistema”, desde la economía a los medios de comunicación y la política, la cual “explota nuestra fragilidad convirtiendo nuestras reacciones inmediatas en productos sistémicos multitudinarios de diverso carácter: polarización, pánico moral, conspiracionismo” (2019).

Ejemplos de sesgos cognitivos

Desde los años cincuenta del siglo XX la psicología y la economía conductual han ampliado considerablemente nuestro conocimiento sobre estos sesgos cognitivos. Dando recorrido a la acertada formulación de Herbert Simon sobre nuestra “racionalidad limitada” (1955), investigaciones acerca de la conformidad social (Ash: 1955), la disonancia cognitiva (Festinger: 1957), el sesgo de confirmación (Wason: 1960) o la obediencia a la autoridad (Milgram: 1963), descubren un horizonte de problemas revolucionario que seguiría siendo explorado poco después por el conocido estudio de Kahneman y Tversky sobre cómo juzgamos en situaciones de incertidumbre (1974).

La tesis de Kahneman y Tversky es sencilla: dada la falta de información con la que operamos habitualmente, los humanos nos servimos de reglas -denominadas “heurísticas”- para resolver problemas o tomar decisiones. Por ejemplo, para juzgar si algo es frecuente o no, tendemos a preguntarnos con qué frecuencia lo observamos o encontramos ejemplos de ello. Sin embargo, estas heurísticas no siempre proporcionan buenos resultados. De ahí que su uso nos conduzca a cometer “errores predecibles”, los llamados sesgos cognitivos. Dado que su número es demasiado alto como para presentarlos en detalle, vamos a analizar cinco.

Sesgo de correspondencia

Imaginemos una persona que tiende a magnificar la maldad del carácter o la personalidad de los demás cuando estos hacen algo mal, desestimando el peso de las circunstancias. Pero si se trata de ella misma, invierte la estrategia y tiende a buscar razones de su conducta en las presiones del contexto o la situación. Conocemos este sesgo cognitivo desde los años sesenta (Jones, Harris: 1967); es el denominado “error fundamental de la atribución” o “sesgo de correspondencia” (Gilbert, Malone: 1995).

Sesgo retrospectivo

Ahora encontramos un grupo de personas a las que se les propone adoptar una medida, por ejemplo en su empresa. Aun sabiendo que no está exenta de riesgos, aceptan. El resultado, finalmente, no es el esperado. ¿Cuál será su reacción? Probablemente tiendan a pensar que ellas sabían que el proyecto no iba a salir bien. Pero simplemente creen (ahora) que sabían lo que (realmente) no sabían. Se apoyan sobre un falso recuerdo. Es el conocido como “sesgo retrospectivo” (Fischhoff: 1975).

Efecto contraproducente

Se puede dar el caso también de que haya dos personas con preferencias políticas diferentes, y que durante una conversación una de ellas presente -a la otra- evidencias en contra de alguna de sus creencias más asentadas. Cualquiera diría que, en tal caso, esta persona podría, al menos, poner en duda su creencia, pero es más probable que, en lugar de eso, rechace la evidencia mostrada e incremente su confianza en la creencia equivocada. Corregir a los demás no siempre funciona. Es el conocido como “efecto contraproducente” (Nyhan, Reifler: 2010).

Efecto Dunning-Kruger

“Pero este hombre cree saber algo y no lo sabe, en cambio yo, de lo que no sé, tampoco creo saber”, decía Sócrates. ¿Es posible que una persona no tenga una opinión formada sobre algo y, sin embargo, opine como si fuera un experto? ¿Y puede que esta persona ni siquiera sea capaz de reconocer su incompetencia y el error que contienen sus palabras? Hay aquí una doble carga: la de la ignorancia sobre el tema, por un lado, y la de la incompetencia para detectar la propia ignorancia, por otro. Es el conocido como “efecto Dunning-Kruger” (Dunning, Kruger: 2009).

Sesgo de punto ciego

Imaginemos ahora una persona a la que preguntamos si los sesgos cognitivos condicionan los juicios y razonamientos de los demás: responderá afirmativamente. Pero si le preguntamos en qué medida condicionan lo que ella piensa, tenderá a responder que nada. Nos inclinamos a pensar que nuestras opiniones son más “objetivas” que las de los demás; que se aproximan mejor a la realidad de las cosas. Es decir, somos muy buenos reconociendo los sesgos cognitivos en los demás; pero somos bastante torpes cuando se trata de nosotros mismos. Es el conocido como “sesgo de punto ciego” (Pronin, Lin, Ross: 2015).

Infografía con distintos sesgos cognitivos ordenados según tus tipos.
Infografía sobre sesgos cognitivos. Fuente: Visualcapitalist.com

Contra los sesgos cognitivos

Para evitar los errores a los que nos conducen los sesgos cognitivos, lo que necesitamos es rigor, métodos, normas y reglas. Este es el objetivo del pensamiento crítico. En palabras de Steven Pinker, “las reglas se diseñan para dejar de lado los sesgos cognitivos que se interponen en el camino de la racionalidad: las ilusiones cognitivas incorporadas en la naturaleza humana, así como el fanatismo, los prejuicios, las fobias y los -ismos que infectan a los miembros de una raza, una clase, un género, una sexualidad o una civilización. Estas reglas incluyen los principios del pensamiento crítico y los sistemas normativos de la lógica, la probabilidad y del razonamiento empírico” (2021). Esta es una larga entrevista sobre la racionalidad:

Enseñando a pensar bien

A diferencia de los prejuicios, los sesgos cognitivos no se eliminan. Pero sí es posible desarrollar habilidades con las que dirigir correctamente nuestro pensamiento. Esto requiere conocer y manejar bien esas reglas a las que se refiere Pinker, es decir, el conjunto de normas, principios y métodos que, a día de hoy, son garantía de rigor científico y técnico.

Inducciones

Por ejemplo se puede trabajar, a través de las inducciones, que nuestras creencias deben tener un apoyo empírico suficiente.

Ejercicio de Smartick con el que se trabajan las características de un argumento inductivo para evitar los sesgos cognitivos

Compromisos proposicionales

Del mismo modo, los más pequeños pueden aprender las diferentes estrategias a seguir para aceptar una afirmación (o para defenderla) cuando dialogan con otra persona.

Ejercicio de Smartick en el que trabajamos cómo comportarse ante una afirmación cuya verdad no conocemos, para evitar los sesgos cognitivos.

Lógica deductiva

Como parte del aprendizaje deductivo, será importante aprender que un argumento correcto puede contener ideas falsas.

Ejercicio de pensamiento crítico en Smartick para trabajar las deducciones y la diferencia entre corrección y verdad, para evitar los sesgos cognitivos.

Si quieres que tus hijos se formen en un pensamiento riguroso y complejo que los mantenga alejados de la manipulación que se aprovecha de nuestros sesgos cognitivos, regístrate en Smartick Thinking para que empiecen a trabajar este tipo de ideas cuanto antes.

Referencias bibliográficas

  • Broncano, F. (2019). Puntos ciegos. Ignorancia pública y conocimiento privado. Madrid: Lengua de Trapo.
  • McIntyre, L. (2018). Posverdad. Madrid: Cátedra.
  • Pinker, S. (2021). Racionalidad. Qué es, por qué escasea y cómo promoverla. Barcelona: Paidós.
  • Sapolsky, R. (2018). Compórtate. La biología que hay detrás de nuestros mejores y peores comportamientos. Madrid: Capitán Swing.

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La diversión es la forma favorita de aprender de nuestro cerebro
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Antonio Hidalgo

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3 Comentarios

  • AGUSTÍN EMILIO CUESTA MENÉNDEZ 04 Ene 2023, 13:14

    Una exposición e información muy interesante. Fabulosa.

    Responder
    • Smartick 04 Ene 2023, 13:56

      ¡Muchas gracias Agustín!

      Responder
  • Miguel Ángel Astorga 04 Ene 2023, 08:40

    bien por la lógica

    Responder