El hiperparentismo es una palabra que ignoraban nuestros padres y que, resumiendo mucho, ahora viene a significar remordimientos de conciencia constantes y rodillas de los niños sin costra alguna. Tenemos remordimientos porque pensamos que a lo mejor podrían ir a ballet los miércoles, aunque vayan a natación dos días en semana y los sábados por la mañana estén apuntados al departamento de educación del museo de arte contemporáneo. Y así van creciendo los niños, totalmente supervisados, con escaso tiempo para que se aburran un poco.
Es más, están tan acostumbrados a que les digamos qué tienen programado que, en cuanto hay un rato libre, encima nos preguntan en plural: «¿y ahora qué hacemos?», justo cuando habíamos cogido esa novela que nos apetece acabar, porque llevamos dos meses con ella. Es entonces cuando podemos explotar y les contamos, como si estuviéramos hablando del pleistoceno, que nuestros padres apenas jugaban con nosotros, que a veces nos entreteníamos mirando un hormiguero, porque tampoco había maquinitas de ningún tipo.
Y, por un momento, les dejamos que se aburran pero, si nos piden bajar solos al parque, por ejemplo, enseguida decimos que no. Hasta la adolescencia, hay niños que tienen una supervisión constante de un adulto. A la primera persona que le escuché criticar esto fue a Francesco Tonucci, un pedagogo italiano que mantiene que los niños necesitan experimentar la vida por su cuenta mucho antes de lo que les estamos dejando. Según este pensador, parte de culpa de las adolescencias explosivas de después la tienen esas infancias excesivamente vigiladas. Tonucci viaja por muchas ciudades del mundo convenciendo a padres y a responsables políticos para que dejen a sus hijos volver a ir al cole andando solos. Sus ideas han inspirado a emprendedores de Córdoba a poner en marcha Trazeo, una app que nos dejará que vayan solos al cole y, a la vez, nos permitirá estar tranquilos al avisarnos de que llegan bien.
En Torrelodones, gobernado por vecinos, cada vez hay más adeptos a que los niños tomen las calles. Pocas cosas abren tanto los ojos a los padres como dejar a sus hijos ir solos a algún recado y espiarlos: van contentos, seguros y satisfechos. Son mucho más responsables de lo que pensamos. Algo que tuvo claro la madre de este niño de Manhattan al que dejaba ir solo por el metro con nueve años. Una madre que ya hablaba del movimiento de liberación infantil y ahora tiene un blog: Free Range Kids.
Otro de los pedagogos que más habla del hiperparentismo es Gregorio Luri, que en esta entrevista propone a Los Simpson como mejor modelo de familia. «Lo que caracteriza a la paternidad moderna es un hipersentido de la responsabilidad y los padres quieren hacerlo todo tan bien que esa tensión les impide hacerlo bien», dice con mucho sentido común.
Este sentimiento no es igual en todos los países, claro. En los países nórdicos, por ejemplo, los niños van desde mucho más pequeños andando al colegio.
El no poder ya con esa perfección de programadores culturales y educativos, de entrenadores en la sombra, de manualidades impolutas, explica en parte el éxito del blog de malasmadres, club al que se han unido miles que se ríen de ese sentimiento de no poder llegar a todo: a las actividades extraescolares, a las croquetas de cocido, a las uñas perfectas y al disfraz artesanal.
Criar a un hijo parecía más fácil antes, cuando nos hacían menos caso. Nuestros padres no se culpaban si volvíamos de jugar con una rodilla ensangrentada. Esas cosas pasaban. Era lo normal y no era culpa de nadie. Ahora hay padres que se molestan si vuelven de jugar muy manchados sólo de polvo. Sin embargo, la última moda en Reino Unido son los parques de aventura, poco más que un descampado donde puede haber sofás viejos, motos arrumbadas, cuerdas y, de lejos, un adulto vigilando que ni siquiera se pone nervioso si hacen fuego. No está mal saber que el fuego quema.
¿Qué tiene que ver el hiperparentismo con Smartick? ¿Cómo podéis hablar de hiperparentismo y tener una plataforma para matemáticas después del cole? Admitimos que puede ser paradójico salvo que: los niños hacen Smartick solos. Solos. Nos encanta la palabra. En 15 minutos. Y a jugar. A mancharse e incluso a arañarse una rodilla. A decir «me aburro». A unos padres que no han tenido que llevarle para que haga las mates a ningún sitio. Que no se han sentado con él a corregir. Así que, ya saben, respiren y dejen respirar a los niños.
Para seguir aprendiendo:
- Hiperparentismo. Algodones con mercromina
- ¿Cómo combatir el hiperparentismo?
- “Gracias por la autonomía, mamá”
- De un refuerzo de verano a un niño enamorado de las matemáticas
- «Smartick ayuda mucho a que les guste las matemáticas»