Muchas veces nos llegan preguntas sobre qué hacer cuando tu hijo no quiere hacer Smartick, cuando está cansado, aburrido, o cuando simplemente no le apetece… ¿hasta qué punto es bueno decirle “ahora no se juega”, o “aunque no te apetezca, hay que hacerlo”? Sin pretender traer fórmulas mágicas, pensamos que estas tres premisas en las que cree nuestro Equipo Smartick pueden ayudar a los padres a tomar decisiones:
- El aprendizaje cuesta y es lento, como dice Catherine L’Ecuyer. Y menos mal, porque si no, no nos haría crecer. Desterremos el falso mito de “aprender siempre jugando”. No siempre, ni todos los juegos. Las matemáticas pueden ser divertidas (¡bien lo saben nuestros alumnos!), pero siempre van a requerir compromiso y esfuerzo. Y esforzarse ante un problema difícil es algo que se entrena. Llega un momento en el que has cogido el hábito, y cada vez te costará menos.
- La inteligencia y la capacidad se desarrollan. No nacemos con una inteligencia fija que determina el éxito de mayores. Piensen en sus genios favoritos. Todos ellos se caracterizan por tener en común una arraigada cultura del esfuerzo. “Cuanto más entrenamos, más suerte tenemos”, decía Larry Bird, uno de los grandes jugadores de la NBA. Es decir, nuestra capacidad es elástica, y al “forzarla”, al entrenarla cada día, nos damos cuenta de hasta dónde puede llegar, y las satisfacciones que nos puede traer.
- Lo que no aprendas de niño, será mucho más difícil aprenderlo de mayor. Se dice que uno logrará en la vida lo que haya logrado de joven. Todos estarán pensando que es exagerada esta visión, que conocen a muchos que lograron grandes cosas pasados los 40. Sin duda. Pero hay hábitos que si no se han adquirido de pequeños (desde lavarse los dientes hasta no tener miedo al cansancio o a los retos), de mayores es mucho más difícil conseguirlos, o mucho más fácil descuidarlos.
¿Con esto qué queremos decir? Que sin esfuerzo y perseverancia uno puedo perderse lo mejor de sí mismo. Todos hemos estado en el cruce de caminos donde una opción era la pereza y la otra el esfuerzo. Estas pequeñas decisiones diarias van forjando el carácter de los pequeños.
Pero no nos engañemos. No tenemos para todos y cada uno de nuestros alumnos recetas mágicas. No existen: son los padres. Ellos tendrán que juzgar en cada instante cuál es la mejor decisión: perdonar las últimas tres cucharadas de sopa o guardarlas para la merienda; decirles que hagan Smartick ahora mismo, o dejarlos jugar primero.
Sentimos no tener la «respuesta correcta», pero ojalá estos pequeños apuntes sirvan para recordar que tomar en serio el desarrollo de los niños supone a menudo decirles que no. Apostamos que, como nosotros, el lector no hace cada día lo que le apetece, se alegra de ello, y se lo debe a alguno de sus mayores.
Para seguir aprendiendo:
- «Cuando mi hija comenzó con Smartick empezaron a subir las notas»
- ¿Por qué Smartick no coge vacaciones?
- Los Reyes Magos pueden regalar mates
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