Al juez Emilio Calatayud los padres siempre le agradeceremos la franqueza con la que habla de la educación de sus hijos. Hace ya muchos años fue de los primeros en pedir a los padres que ejercieran como tales y no jugaran a ser los colegas. Ya saben, aquella frase de que, si nos hacemos amigos de nuestros hijos, los dejamos huérfanos. Esta semana ha estado en un curso de verano y ha dedicado su charla a los móviles y su uso infantil, donde, por cierto, también ha dicho cosas con las que los adultos nos podemos dar por aludidos. Si estar enganchado al móvil es mirarlo nada más levantarnos para ver si tenemos algún mensaje, somos muchos los que deberíamos meditar. Y el verano es buen momento.
El verano suele significar reencuentro con los amigos con los que el resto del año chateamos. Me ha pasado. Y nos hemos puesto a hablar con preocupación de los móviles y de los niños. Conozco a madres que no encuentran ninguna necesidad de comprárselo a sus hijos, pese a que éstos se encuentren jugando en la calle de debajo de los apartamentos playeros, como cuando nosotros éramos pequeños. Otras se consideran incapaces de resistir la presión de “todos mis amigos lo tienen” cuando, además, el niño, de 14 años, ya hace planes de playa y colegas. El juez Calatayud desaconseja que los menores de esa edad dispongan de uno.
La parte positiva del asunto es que pone el castigo muy fácil: “Te quedas sin móvil”. Aun a riesgo de provocar un síndrome de abstinencia que parece que sí existe. La parte negativa, entre otras, es el rosario de barbaridades que se pueden escribir y recibir desde esos ordenadores portátiles que son los móviles.
Javier Arroyo, cofundador de Smartick, escribía aquí sobre los phonbies, esos niños permanentemente en línea y enganchados que, además, pueden bajar su rendimiento escolar.
Una de las cosas que me gusta de Smartick es la inmediatez con la que nos comunica a los tutores que el niño ha acabado la sesión. Si queremos dejarles usar más el ordenador, será nuestra opción, pero también lo será decirles que la sesión de Smartick ha acabado y que lo apaguen. La tableta también.
El uso de la tecnología y nuestros hijos es todo un reto educativo ante el que no conviene claudicar. Tenemos autoridad, somos padres, y podemos intentar que nos hagan caso cuando decimos “se acabó”. Pero eso supone un reto para nosotros mismos o, al menos, para los que creemos que el ejemplo es el mejor modelo educativo.
Hace años, no entendía muy bien por qué esta señora, en la canción de la madre, cantaba “No texting at the table”. Ahora, puedo saber de qué habla. En la mesa, hemos de añadir reglas nuevas. No sólo la mano arriba, la cuchara a la boca, siéntate derecho, no se habla con la boca llena. No. Ahora también hace falta dejar el móvil tranquilo. Nosotros, los primeros. Son los nuevos retos familiares.
Por cierto, hablando de familia, me ha encantado un consejo muy sencillo de Gregorio Luri: que los niños sientan que somos una tribu, una familia, con normas claras. ¿Cómo? Pues con una frase para empezar: “Nosotros, los González, no hacemos eso”. Ya lo saben. “Nosotros, los González, tenemos reglas claras para el uso de los móviles”. De entrada, en esta casa, le haremos caso a Emilio Calatayud. No entrarán hasta los 14 años. Por lo menos.
Para seguir aprendiendo:
- Smartick se hace mayor con su primera campaña de publicidad
- ¿Por qué Smartick no coge vacaciones?
- “Mi hijo disléxico mejora con Smartick”
- Las matemáticas detrás de cada finalista de los Premios La Caixa
- Los amigos de mis amigos