Todos tenemos recuerdos que, a pesar de ser muy vívidos, no ocurrieron en realidad. De hecho, llama la atención la facilidad con la que se pueden crear falsos recuerdos, sobre todo en los niños pequeños.
Es mucha la literatura que encontramos al respecto. Por ejemplo, en el trabajo de Principe, Tinguely y Dobkowski (2007) se observó el modo en que los rumores falsos influían en las narraciones que los niños hacían de sus experiencias. En este estudio, niños de entre tres y cinco años vieron a un mago que decía que iba a sacar un conejo de la chistera, aunque al final el conejo no apareció. Tras este fracaso, el mago buscó el conejo hasta encontrarlo en su jaula y se lo enseñó solo a algunos de los niños.
Al término de la función, todos los niños oyeron el falso rumor de que el conejo no había aparecido porque se había escapado y estaba corriendo por el colegio.
Al cabo de una semana, se preguntó a los niños qué había pasado con el conejo del espectáculo de magia. Se encontró que los niños que tenían información proveniente tanto de su propia experiencia (ver al animal dentro de la jaula) como del falso rumor que habían oído, relataron que el conejo no salió de la chistera porque se había perdido (falso rumor) en lugar del suceso real (estaba en la jaula).
Cuanto más pequeños eran los niños, más detalles inventados añadían a las descripciones de la situación.
De este estudio se desprende que los niños pequeños son especialmente susceptibles a la sugestión, ya que dan verosimilitud a los rumores y los recuerdan como si realmente hubiesen vivido esa experiencia cuando estos les proporcionan explicaciones razonables a sucesos ambiguos.
Sin embargo, y aunque pueda parecer extraño, la probabilidad de crear falsos recuerdos aumenta con la edad en determinadas situaciones.
Se ha comprobado que los adolescentes y adultos tienen más falsos recuerdos en tareas en las que es necesario recordar listas de palabras semánticamente relacionadas, por ejemplo: perro, gato, león, elefante [animales], que los niños de primaria (Holliday, Brainerd y Reyna, 2008).
Los mayores tendemos a organizar el material semánticamente de forma espontánea, mientras que los niños no. De ahí que sea más probable que recordemos algún animal que no estuviera incluido en la lista original (tigre). La estrategia de organizar el material facilita el recuerdo de las palabras, pero también puede producir más falsos recuerdos.
Referencias:
Holliday, R. E., Brainerd, C. J., & Reyna, V. F. (2008). Recall of details never experienced: Effects of age, repetition and semantic cues. Cognitive Development, 23, 67-78.
Principe, G. F., Tinguely, A., y Dobkowski, N. (2007). Mixing memories: The effects of rumors that conflict with children’s experiences. Journal of Experimental Child Psychology, 98, 1-19.
Para seguir aprendiendo:
- Conjuntos y subconjuntos
- ¿Qué es la plausibilidad?
- Descubre un tipo de rompecabezas numérico
- Cinco trucos para sumar
- La memoria (I): ¿Qué es la amnesia infantil?
- El desarrollo cerebral en la infancia - 11/12/2014
- Neuroplasticidad o plasticidad cerebral - 26/11/2014
- Metacognición y aprendizaje - 13/11/2014