«Me recomendaron Smartick para mejorar la atención de mi hijo»

Jessi no llegó a nosotros por la vía más típica, o sea, por las matemáticas. Lo hizo porque la pedagoga del centro al que iba su hijo, en Cáceres, le recomendó Smartick para ayudar a Antonio (8 años) a concentrarse, a que fijara su atención. Nos hace especial ilusión porque, como hemos ido contando, la Comisión Europea ha apostado porque lideremos un proyecto de investigación que tratará de demostrar que, entrenando el cerebro de determinada manera, previo diagnóstico de qué funciones lo precisan, se puede mejorar el rendimiento en matemáticas.

“Yo conocía Aloha porque lo publicitaban por la ciudad, pero fue su pedagoga, Chelo, la que me dijo que esperara antes de apuntarle porque estaba investigando cómo funcionaba Smartick. Mi hijo es un poco movido, es inquieto, y se lo recomendó más tarde para que fijara la atención”, explica desde su casa, donde, además, su hijo más pequeño, David, también hace Smartick desde hace unos meses, cuando cumplió seis años. “Lo pidió él al ver al hermano”, dice.

“Para mí, Smartick es la forma de tenerle centrado 15 minutos. Sabe que puede hacer otras cosas cuando lo acabe”, sigue explicando. Antonio es de los niños que lo ha introducido en la rutina por la mañana, antes de ir al colegio. A Jessi le parece cómodo la duración de las sesiones: “¿Qué son 15 minutos? En realidad, lo pueden hacer mientras acabas de prepara la comida, en cualquier rato”. Nos encanta escuchar a madres Smartick que nos explican justo lo que intentamos decir nosotros mismos a todos los padres: que 15 minutos al día no es nada, comparado con tener que llevar  a los niños a algún sitio o las dos horas de televisión de media que siguen viendo los menores españoles al día.

A Jessi le gusta contar que Antonio, al que otros ven tan movido en el parque, que parece que se puede caer en cualquier momento, “se levanta, desayuna y hace Smartick antes de irse al colegio. Le gusta porque así, cuando llega del cole, ya lo ha hecho, hace sus tareas y luego tiene tiempo para jugar toda la tarde”. En Cáceres hay jornada continua: “Tienen mucho tiempo libre…”.

Le pregunto que cómo se consigue que, cuando Antonio protesta alguna vez, “sepa que es lo que tiene que hacer”. “Es así. Lo sabe. Sabe que si no hace la sesión no hay mundo virtual y le gusta enredar un poco, vestirse de momia en Halloween”. Y también le agradece la labor a la pedagoga: “Como empezó haciéndolo allí, dos días a la semana, ya vino sabiendo cómo hacerlo y que lo tenía que hacer”.

Jessi es de las que usa la web de padres. Para hacer un seguimiento de sus dos hijos pero también para motivarles a ellos mismos: “Tienen que saber que yo sé cómo lo hacen. Que si están sin ganas o no ponen atención, yo lo sé. Les gusta cuando lo ven todo verde. Si no lo hacen bien, no hay castigo, pero si lo hacen bien, tienen recompensa. Un abrazo, un beso, animarles, pero nada material, o una pegatina”.

A veces, se pone con Antonio a hacer la sesión: “En lógica es más rápido ya que yo”. Cree que con Smartick no se asustan con los números y no los ven aburridos.

Hay veces que Antonio le pregunta, porque algún día ocurre que no le apetece, que por qué hay que hacer Smartick: “Le decimos que es bueno para la vida y para él”.

Antonio y David son del Real Madrid y, por eso, les gusta disfrazarse de jugadores de su equipo favorito con su avatar.

Para seguir aprendiendo:

• “Smartick le ha dado mucha seguridad a mi hijo”
• “Los 15 minutos de Smartick ya son una costumbre en casa”
• Qué es Smartick para ti
• «La mayor motivación para hacer Smartick es cuando ven sus notas»
• «Yo miro, oigo y callo. Hay que dejar que hagan solos Smartick»

La diversión es la forma favorita de aprender de nuestro cerebro

Diane Ackerman

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Berta González de Vega

Cree que no sabe ser más que periodista y, por curiosa, anda ahora entusiasmada leyendo sobre la enseñanza de las matemáticas, de la comprensión lectora y de educación en general. Si se le hubieran dado mejor los números, puede que hubiera sido médico, como su padre y como su abuelo. Pero, además de sentirse apabullada por las derivadas, se le cruzó un reportaje de la revista Rolling Stone aquel año que pasó en Seattle. Domina el inglés y nunca pensó en las matemáticas como en el verdadero lenguaje universal. Es trotadora de paseo marítimo de Torremolinos y tiene tres hijos que coleccionaron ticks de Smartick: Pablo, Luis y Berta.

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